Saturday, January 20, 2007

 

En el nombre

A primera vista, la afirmación de que el signo lingüístico es arbitrario constituye una verdad tan trivial que pareciera que casi no vale la pena recordarla. No existe ninguna relación entre la expresión gato y el simpático animalito que maúlla a nuestros pies---la expresión podría ser cat, paka, kottur, neko, pisica o miu (y en efecto así es en inglés, swahili, islandés, japonés, rumano y chino, respectivamente) y el gato sería exactamente el mismo. De la misma manera, que alguien se llame Juan, Pedro, Anaximandro, Usmaíl o Perico de los Palotes no debiera ser un asunto que concite mayor interés. Es, sin embargo, innegable que las comunidades sí prestan considerable atención al nombre que escogen sus miembros. A veces, es un marcador de las diferencias al interior de la comunidad: en el Perú, llamarse Pancracio o Margarito produce ciertas expectativas sobre el origen social (o incluso racial) de su portador; es decir, ciertos nombres se asocian estereotípicamente con determinados grupos sociales, lo cual, con frecuencia ocasiona episodios de intolerancia y discriminación. Por supuesto, no es el nombre en sí mismo el que causa estos problemas, sino los prejuicios con los que está asociado---en otras palabras, no es que se elimina la arbitrariedad, sino que se añade una capa adicional de convencionalidad, otra asociación arbitraria.

A veces las cosas son un poco más complicadas, sin embargo. A todo el mundo le llamaría la atención que alguien tuviera como nombre una palabra obscena, por ejemplo. Y, dado que las palabras disparan incesantemente todo tipo de connotaciones, en muchas partes existen leyes para proteger a los recién nacidos de las decisiones de unos padres poco atentos; de esta manera, ciertos nombres están vedados, razonablemente, porque pueden atraer sobre sus usuarios una forma de atención no deseada. Es decir, una vez que se ha establecido una determinada convención (cuando una palabra se marca como obscena, por ejemplo), la expresión resultante ya no está libre para ser usada como le plazca al hablante, la arbitrariedad se vuelve, aparentemente, un vínculo indisoluble.

Esa es precisamente la razón por la que recordar que el signo lingüístico es arbitrario no es trivial o inocente. Por mucho que una expresión se vincule a su contenido, por mucho que la fuerza de la convención asocie repetidamente ciertas palabras con ciertos objetos o ideas, es siempre útil recordar que no hay nada mágico o inevitable en esa asociación. Ningún accidente cósmico tiene lugar cuando la gente pronuncia las palabras con cierto acento diferente, cuando elimina algunos sonidos o añade otros, cuando modifica los patrones de concordancia. El signo solo es inmutable en el efímero y sincrónico instante en que alguien lo usa o imagina, pero cambia sin control en la inmensurable sucesión de instantes que es la práctica social.

Por alguna razón, la idea de que el signo es en efecto arbitrario sigue siendo, después de cien años de reflexión lingüística sistemática, una auténtica novedad, incluso entre personas con formación universitaria. Quizá sea que, en el fondo, no nos hemos desecho todavía del pensamiento mágico. He aquí una muestra (por lo demás, bastante inocente, comparada con otros casos):

Justicia deniega la nacionalidad a una colombiana por llamarse 'Darling'
El juez del Registro Civil Unico de Madrid ha denegado a la colombiana Darling Vélez Salazar la nacionalidad española porque su nombre propio 'no es admisible' en la legislación española. Darling Vélez Salazar solicitó la nacionalidad española hace unos meses, pero el pasado 15 de noviembre recibió un escrito del Registro Civil Unico de Madrid que le decía que su nombre no es admisible en la legislación española y que para adquirir la nacionalidad debía cambiarlo por otro 'incluido en el calendario', explicó esta colombiana en declaraciones a Efe.
Terra.es 20 de enero del 2007


¿Por qué un juez tomaría una decisión así? Según la noticia, esa prohibición carece de sustento legal. Me atrevo a especular que se deba al hecho de que se trata de una expresión extranjera, inglesa para más señas. Si eso es correcto, se trata de una movida prescritiva, un acto purista, un ejercicio de contención mágica. Pero es en extremo interesante: un juez está dispuesto a obligar a una persona de 33 años a cambiar su nombre, a modificar toda su documentación, a rebautizarse, digamos. ¿Y todo por qué? Para que no ingrese al español un nombre que no tenía licencia para ser tal, una palabra extranjera, marcada, diferente. Transformar la vida de una persona a este juez le parece poco comparado con la transgresión simbólica que el uso del nombre acarrearía. Algunos quizá se rían (en general, la prensa lo ha recibido jocosamente), pero nada diferente ocurre cuando le decimos a una persona que "hable bien": al exigirle que use solo lo admisible, le estamos pidiendo que transforme sus prácticas comunitarias para que no mancille nuestro calendario, nuestro imaginario mapa de la realidad, nuestra mágica barrera protectora.

[Actualización]
Mi amigo Miguel Rivera me informa, en el comentario a este post, que el caso de Darling no es aislado. Hay otros más:

Una juez de Majadahonda impide que una niña se llame Beliza
La familia de Beliza, una niña de ocho meses de Las Rozas, no sabe qué hacer con su nombre. Aseguran que no puede nacionalizar a la pequeña porque, de momento, el juzgado encargado de ello no reconoce ese nombre. Sus padres, Lina Martín y Newar, son colombianos, pero llevan cinco años residiendo en España. El pasado 5 de enero presentaron un recurso ante el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Majadahonda después de que en noviembre no les permitieran registrar al bebé. Nos dijeron que teníamos que cambiárselo porque la juez decía que ni existe ni corresponde a ningún sexo", señaló Linda al periódico 20 minutos. [...] La familia ha buscado nuevos argumentos para su petición entre los escritores españoles. Aluden a obras de Lope de Vega como Las melindres de Belisa, y a otra de Federico García Lorca, El amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín.
El País 19 de enero del 2007
El argumento de la jueza es extraordinario: no existe. Esto no solo es falso (la abuela ya se llamaba así) sino que es irrelevante (imagínense qué le habría dicho esta jueza al primero que trató de ponerle Juan a su hijo). Nótese que en este caso también se trata de inmigrantes, así que es probable que la xenofobia sea el telón de fondo (de hecho, ¿qué es la condena normativa sino una sutil forma de xenofobia, de rechazo a lo que no es como uno?).

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Friday, January 19, 2007

 

La lengua se hace en la calle, no en las academias

Don Víctor García de la Concha, especialista en Siglo de Oro y en poesía española contemporánea (que además ostenta una licenciatura en Teología emitida por la Universidad Gregoriana), es Catedrático de Literatura Española en la Universidad de Salamanca desde 1979 y Director de la Real Academia Española desde 1998 (fue reelecto hace poco, después de una reforma estatutaria para permitir la reelección). Durante sus años en la RAE (ya era su secretario en 1992), la institución ha pasado por una extraordinario proceso de cambio y, de ser una entidad amodorrada, de corte más bien madrileño, se ha transformado en una vibrante corporación cultural, con una creciente vocación panhispánica---nunca como antes se habían publicado tantos diccionarios y gramáticas, nunca tantos projectos cuyos resultados se colocan gratuitamente al servicio del público casi de inmediato, nunca tantos trabajos en conjunto con las academias hispanoamericanas.

Pero quizá lo más notable de este nuevo impulso sea la constante preocupación de García de la Concha por aclarar que el papel de la Academia no es realmente gobernar el idioma por decreto sino simplemente registrar el uso. Ya en 1998, antes de su nombramiento como Director, había dicho en relación con ciertas presiones por modificar el diccionario académico:
la Academia no crea palabras, ni el sentido de las palabras, ni impone su uso. ¿Qué hace? Registra el uso de la calle. Siempre tengo presente una frase de Quintiliano: Consuetudo certissima est loquendi magistra (el uso es el gran maestro del habla). Y es cierto, el pueblo es el que crea y difunde, la Academia sólo registra.
Víctor García de la Concha ~ La Vanguardia, 9 de noviembre de 1998

Ahora, en ocasión de la próxima inauguración del IV Consgreso Internacional de la Lengua Española, nos vuelve a recordar lo mismo:

Según García de la Concha [...] "la lengua se hace en la calle, no en las academias. Allí sólo ponemos el oído a cómo se habla y luego emitimos la norma". García de la Concha dijo que "todos somos responsables de nuestra lengua, no solo los académicos, los profesores, escritores y editores", y explicó que por ello en el Congreso Internacional de la Lengua "por primera vez habrá arquitectos, científicos, médicos, cantantes y deportistas".
Víctor García de la Concha ~ Terra.com 18 de enero del 2006

A esta perspectiva no le faltan ciertas limitaciones, como ya habíamos discutido, y tampoco carece de afilados detractores, pero es bastante mejor que el cerrado y radical prescriptivismo de otros tiempos. La RAE ha de transitar todavía un largo trecho si quiere adoptar realmente una perspectiva puramente descriptivista, y quizá nunca abandone su vocación normativa. Por ahora, sin embargo, el futuro parece estar en buenas manos.

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Monday, January 15, 2007

 

Misa Solemne en Quechua

Desde 1996, en la Catedral de Lima, se celebra anualmente una Misa Solemne en quechua (a veces llamada el Te Deum Andino). Este año ha sido concelebrada entre el Cardenal Juan Cipriani, Arzobispo de Lima, y el Padre Juan Serpa, Vicario Pastoral de la comunidad quechuahablante.

Es una manera de reconocer la creciente importancia de la comunidad quechua en la capital del Perú---hace ya tiempo que Lima concentra la mayor cantidad de hablantes de quechua en el mundo (más de medio millón). Que sirva también para recordarles a todos los limeños que esa masiva presencia no puede seguir siendo ignorada, que debemos exigir que los órganos de gobierno (tanto en la ciudad como a nivel nacional) sean capaces de escuchar y atender las necesidades específicas de los quechuahablantes. Ellos son también limeños.

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Sunday, January 07, 2007

 

Me duele la vista

Siempre me he preguntado de dónde sacan sus recomendaciones los prescriptivistas. A veces es claro: simplemente escogen una variante dialectal sobre otra. Pero a veces es por completo misterioso, y más bien parece que se están inventando lo que dicen. El siguiente caso ejemplifica esa segunda posibilidad. Pablo Ramón Méndez, un renombrado articulista en temas normativos del diario caraqueño El Universal, escribe esto en su columna más reciente:
mucha gente dice: Me duele la vista o Me arde la vista, lo cual es una imprecisión del lenguaje, porque la vista ni arde ni duele. Tampoco se opera, como tanto se oye por ahí. Lo cierto es que aunque estas expresiones no resisten un análisis, todo el mundo las entiende.
Pablo Ramón Méndez. El Universal, 5 de enero del 2007

Este párrafo contiene dos notables ideas. En primer lugar, se sugiere que es posible que una expresión no resista un análisis, y que, sin embargo, todo el mundo la entienda bien. Esto produce la extravagante consecuencia de convertir la actividad de entender en algo que no solo no requiere de análisis sino que puede obtener resultados en conflicto con los del análisis---me pregunto qué pensará el columnista de lo contrario: una análisis que no requiera entender.

La segunda idea es más simple pero igualmente falsa. Al parecer Pablo Ramón Méndez entiende la expresión vista en un sentido meramente abstracto (equivalente a visión, digamos), sin permitirle un uso como sustantivo concreto. Tal vez existan dialectos con esa restricción---yo no conozco ninguno (y ciertamente no lo es el de la comunidad donde el columnista escribe, como podemos deducir del hecho de que él mismo reporta que todo el mundo usa la expresión en sentido concreto)---pero con seguridad el español estándar no está restringido de ese modo. El propio Diccionario de la Real Academia reporta, en la quinta acepción de la entrada vista, lo siguiente:

vista
5. f. Ojo humano y de los animales.
Diccionario de la Real Academia Española


Y no solo eso. La acepción está allí desde 1739, cuando fue incorporada al último tomo del Diccionario de Autoridades, el primer diccionario académico, que correctamente dice al respecto:
VISTA. Se toma también por los mismos ojos, o por cualquiera de ellos separadamente.
Diccionario de Autoridades, Tomo VI, 1739

Quizá el discurso prescriptivo sea, después de todo, una forma de ficción.

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