Thursday, November 11, 2010

 

Sonar

Gracias a este post de Gustavo Faverón, me encuentro una vez más con un caso en donde el discurso prescriptivo, en otro vano intento por controlar la variación, revela sin ambages su naturaleza mítica, y se estrella, como siempre, contra la realidad.



Se trata del análisis que Marco Aurelio Denegri hace de una novela del escritor Santiago Roncagliolo. Nada diré de los méritos académicos de ese análisis, o si es crítica literaria apropiada o no (al respecto ver el post de Gustavo y la discusión en los comentarios). Mi interés aquí es más modesto. Me limitaré a mostrar que el fastidio del señor Denegri por ciertos usos lingüísticos no tiene ninguna justificación.

Como puede verse en el video, una de sus quejas es que Roncagliolo emplea el verbo sonar de una manera que Denegri juzga inapropiada. Por ejemplo, observa (en el minuto 11:35) que en la página 124 de la novela se dice de algo que "[esto] sonaba lo suficientemente repugnante" y que debió decir "era lo suficientemente repugnante".

¿Por qué considera Denegri que esa expresión es inapropiada? Él mismo nos ofrece la razón (en el minuto 10:05): "sonar es emitir o producir un sonido"; se sigue de allí que cualquier empleo diferente de sonar debe juzgarse impropio---"el autor de que se trata tiene notoria preferencia por el verbo sonar y lo usa repetidas veces, y las más de ellas, con impropiedad", nos dice Denegri (en el minuto 9:45).

La pregunta es, por supuesto, de dónde ha sacado Denegri que ese es el único uso posible de sonar.

Uno podría sospechar que ha sacado esa idea del diccionario. Pero si uno va a la entrada de sonar, del Diccionario de la Real Academia Española (o de cualquier otro diccionario suficientemente serio), encuentra que allí hay hasta once diferentes definiciones de ese verbo. Una de ellas es:
4. intr. Dicho de una cosa: Tener visos o apariencias de algo. La proposición sonaba a interés y la aceptaron.
Uno podría ser un ultradenegrista y decir que, según el DRAE, ese empleo de sonar es apropiado para las cosas y no, digamos, para las personas, y que las otras quejas de Denegri son válidas. Por ejemplo no es claro si esa definición permite "Max intentó sonar paternal" (minuto 10:45).

La falta de claridad surge por el empleo de "cosas" en la definición. El DRAE ejemplifica el uso de la definición 4 con esta oración: La proposición sonaba a interés y la aceptaron. Eso nos permite deducir que las proposiciones (que son actos del decir) cuentan también como “cosas”. Leyendo constructivamente (una posibilidad para cualquier texto normativo) eso significa que la definición 4 de sonar también autoriza usos como "Max intentó sonar paternal", porque en esas expresiones se expresa en verdad que Max intentó que lo él que dice sonara paternal. En otras palabras, en la novela, al emplear sonar, el autor usa “Max” como una metonimia por “lo que dijo Max”. Eso en todos los otros casos mencionados por Denegri.

Incluso si uno rechaza la lectura constructivista y prefiere una lectura literalista del DRAE, todavía puede preguntarse por qué Denegri no se dedica a corregir el diccionario en vez de a corregir a los hablantes (y mal). E incluso si uno cree que el diccionario es un libro sagrado e inmutable, todavía puede preguntarse por qué no dedica sus energías a criticar el excesivo uso de una metonimia en la novela, lo que estaría más en tono con una crítica literaria.

Parece claro, pues, que Denegri se está inventando un empleo presuntamente incorrecto, con el puro afán de poder señalarlo. Al hacerlo, se instala como autoridad en el empleo del lenguaje, como juez que decide quién habla bien y quién habla mal, como un oráculo al que hay que consultar para que descifre los arcanos de lo correcto. Pero esa es precisamente la movida mítica: la invención de un misterio. Eso quiere decir que el análisis del señor Denegri no solamente está equivocado en su contenido específico sobre sonar, sino en la pretensión central de reclamar porque las palabras se usan de manera diferente a un modelo imaginario, inventado. Es ese recurso a la autoridad del mito el que debe ser rechazado.

No hay nada místico, sin embargo, acerca del funcionamiento del lenguaje: la lengua es un código, es el código que naturalmente crean los seres humanos cuando se comunican. Un código en constante actualización y recreación, cuyas reglas dependen exclusivamente de sus usuarios. Son los hablantes quienes han establecido la norma de que sonar puede significar "tener visos o apariencias de algo". Y así funciona, sea que lo registre el diccionario o no. Cuando alguien le reclama a un hablante por su uso de sonar, es como si le reclamara al planeta Marte por ser rojo (o peor, por ser comunista).

Contra lo que creen algunos comentaristas en el post de Puente Aéreo, ciertamente no hay nada en lo que Denegri dice sobre el lenguaje que contribuya de alguna manera a mejorar la calidad educativa o de vida de las personas, o a integrar mejor a las personas---aunque sí existen muchas cosas básicas que hacer para contribuir con los hablantes en el control de sus discursos: estrategias para vincular razonamiento y expresión, mecanismos para usar y reconocer expresiones nuevas, promover la lectura creativa del diccionario, etc., pero a nada de ello contribuye el análisis que hace Denegri.

La actitud prescriptiva surge de una falta de comprensión de cómo funciona el lenguaje. Es un proceso natural, pero que debe ser entendido apropiadamente si realmente se quiere que los diversos grupos de una comunidad se entiendan entre sí. La lengua común es el resultado de la integración, no al revés.

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