Tuesday, April 29, 2008

 

Ripucuchcaniñam ccamña allimlla

El tercer escritor elegido para su publicación en Quipu es el hasta hoy inédito narrador Juan Osorio Ruiz, nacido en Huancayo en 1976.

A partir de la fecha, Quipu anuncia que sus ediciones serán mensuales y ya no quincenales, de modo que los cuentos o poemas ganadores serán publicados por la red de blogs asociados al proyecto no cada dos lunes, sino cada cuatro lunes de ahora en adelante, para facilitar la labor de las personas encargadas de la evaluación.

Asimismo, comunicamos a los lectores y participantes que uno de los ofrecimientos que recibimos en un principio, la publicación impresa de los textos en el suplemento Identidades del diario El Peruano, no se ha podido mantener en pie en razón del poco espacio disponible en el periódico, motivo que escapa al poder de los encargados de este proyecto.

Las bases de participación, recuerden, son muy simples: basta con cumplir al menos uno de los siguientes requisitos: (a) ser menor de treinta años; (b) no haber publicado más de dos libros, (c) no haber publicado nunca en una editorial limeña.

[Me disculpo por no haber podido publicar esto ayer.-MRM]



Ripucuchcaniñam ccamña allimlla
Juan Osorio Ruiz

Mi bisabuela llegó desde Huancavelica unos meses después de la muerte de mamá, a mitad de una tarde en la que las ventanas lagañosas impregnaban de frío la sala de mi casa. Llegó del brazo de mi padre, su nieto, envuelta en sus innumerables polleras, luciendo un sombrero gris decorado con coquetos ribetes rojos, saludándonos con tiernas frases quechuas llenas de diminutivos y con una minúscula maletita en la que traía todo lo que necesitaba: una que otra prenda de ropa, una bolsita con menjunjes que sólo ella sabía utilizar y el álbum de fotos familiares de contenido casi arqueológico.

Una vez instalada en la que era hasta entonces mi habitación, mi padre nos convocó a mis hermanas y a mí para pedirnos estar siempre solícitos y atentos con ella por lo avanzado de su edad. Sin embargo, pronto descubrimos que mi bisabuela tenía la rara cualidad de anticiparse a todo, y a todos: se levantaba muy temprano y con el caminar propio de quien ha comprendido que hay un momento en la vida a partir del cual toda prisa es inútil, pues todo plazo se vence y toda prerrogativa se acaba, se dirigía a la cocina a preparar el más viscoso y más delicioso quáker con leche del mundo. Y antes de que cualquiera de nosotros dijera “Buenos días abuelita” ya estaba ella disponiendo las ollas y cortando las verduras en trocitos de exactitud matemática para prepararnos el almuerzo. Y mientras se cocían las verduras y echaban color los guisos, se sentaba al lado de la cocina a gas, que desdeñaba en un comienzo, a saborear sus trocitos de pan remojados en quáker con leche, haciendo largas pausas y dando mordiscos suaves y periódicos, cual sacerdote en ofrenda eucarística, con una parsimonia que no era producto de la disminución de sus fuerzas, sino de su sabia actitud ante la vida.

Mi abuelo, su hijo, había llegado también a nuestra casa un mes antes a insistencia de mi padre pues los muchos años de bohemia le estaban pasando factura (intereses moratorios incluidos) y aunque a regañadientes, había sido internado en una clínica cercana donde tratarían de curarlo. No había pasado ni una semana desde la llegada de mi bisabuela cuando recibimos la noticia de que los riñones de mi abuelo habían dejado de funcionar. Tras una corta agonía falleció por insuficiencia renal.

Dicen que mi bisabuela había criado a mi padre, su nieto, a mi abuelo, su hijo; había cuidado también de su esposo, mi bisabuelo, y desde muy corta edad, se había encargado de la atención de su padre, mi tatarabuelo. A la luz de los resultados, su caprichosa buena salud no había sido un don tan preciado pues mientras los eslabones más antiguos de esa cadena interminable que es una familia, se habían ido muriendo, a ella le había tocado en suerte mantenerse a pie firme sosteniendo la cadena, sepultando a los más antiguos, y cuidando de los más jóvenes sin emitir queja alguna.

Al contrario de lo que todos pensábamos, la partida de su hijo, mi abuelo, no la afectó demasiado, parecía siempre encontrarse de buen ánimo, excepto algunas mañanas muy temprano, cuando yo la sorprendía sentada en el jardín interior de la casa, con la mirada perdida y hablando sola con ese tonito arrullador que sólo la gente de la sierra es capaz de pronunciar, delicioso, melancólico y musical.

A partir de la muerte de mi abuelo fuimos nosotros, sus bisnietos, los destinatarios de toda su atención; sus mimos se hicieron más prolíficos, sus comidas más reconfortantes, las conversaciones en quechua con mi padre fueron más subliminales a mis oídos y los tejidos de tupida lana con los que nos enfundaba para soportar el frío serrano no tuvieron comparación.

Pero pronto la acrobática economía familiar fue ensombreciendo nuestro cómodo chalet como se oscurecen las tardes antes de una severa granizada. Mi padre era un policía ejemplar pero un pésimo negociante. Y si bien al comienzo no todo el dinero se perdió en las dislocadas empresas que iniciaba, su soledad terminó deprimiéndolo y conduciéndonos a todos a los linderos de la ruina.

Así pasaron varios meses en los que algo fue cambiando en casa. A medida que mi padre se sumía en más deudas, los cariños de mi bisabuela fueron adquiriendo una dimensión distinta, aunque se mostraba excesivamente maternal, nosotros ya estábamos bastante crecidos como para aceptarla como reemplazante de nuestra madre. Aunque no era su culpa, había llegado a nuestra casa demasiado tarde, a destiempo. Así que pronto sus cariños nos hostigaron, sus comidas perdieron el encanto y hasta mis hermanas prefirieron enfrentar al frío invierno en los brazos de algún adolescente oportunista y ya no con las chompas de lana tejidas por mi bisabuela.

Entonces ella, silenciosa y discreta, no hacía mayor cosa que acurrucarse al lado de la cocina a gas, que ya no desdeñaba tanto, inquebrantable en su intención de confeccionar innumerables prendas de lana con la esperanza de que alguna vez volviéramos a usarlas.

Así, nuestra anciana huésped fue paulatinamente convirtiéndose en un mueble confinado en un rincón de la cocina, aferrada a sus costumbres e imposibilitada de comunicarse con nosotros por las distancias del idioma y las insalvables brechas abiertas por el tiempo y las circunstancias.

Aquella noche mi padre había llegado borracho a casa y mi bisabuela, diligente como siempre, le había servido una gran taza de café cargado, lo había llevado hasta su dormitorio y le había intentado quitar los zapatos antes de recostarlo en su cama. Mi padre, obnubilado por el alcohol, se había empecinado en dormir con los zapatos puestos, algo que para mi abuela era inaceptable. “Déjame tranquilo que tú no eres ni mi esposa, ni mi madre” le había imprecado. Tras una pausa prolongada, ella sólo llegó a decir: “Ripucuchcaniñam ccamña allimlla” y en silencio se retiró a su habitación.

A la mañana siguiente, cuando me levanté, encontré ropas tiradas a lo largo del oscuro pasadizo que conducía al jardín interior; allí, junto a la puerta, se encontraba mi bisabuela sentada en una diminuta banca que se ahogaba entre sus polleras, cortando con unas viejas tijeras la última chompa que había tejido con incansable esmero. Sus labios susurraban una cancioncilla medio triste y medio dulce que me pareció reconocer, quizá de algún tiempo remoto en el que yo aún no existía.

Caminé hasta colocarme junto a ella, sus delicadas manos soltaron las tijeras y me acomodaron el cabello dándome luego la usual nalgadita convertida en caricia. “Ripucuchcaniñam ccamña allimlla huahua”, me dijo a mí también. A pesar de no entender el significado de aquella frase impronunciable para mí, supuse que quería que la dejara sola. Mientras ella retomaba sus insondables pensamientos me escabullí hasta el umbral de mi dormitorio desde donde todavía podía verla. Su canción terminó unos minutos después para dar paso a un silbido entonado, alternado con gorgoritos deliciosos que me hicieron sonreír. Y con toda calma, como la había visto desde su llegada, se levantó y caminó hasta su cuarto, abrió aquella diminuta maleta con la que había arribado, sacó las fotos que guardaba celosamente y las puso en su velador, en su lugar introdujo los retazos de las prendas de lana que había cortado; la cerró sin prisa, la puso debajo de su cama y se acostó.

La mañana estaba sorprendentemente quieta y tibia, las paredes verde pastel de su habitación hacían ver su cuerpo más pequeño y más distante. Alguna avecilla dejaba oír su trinar en el preciso instante en el que comprendí lo que sucedería después.

Con la mirada incrustada en el techo se persignó juntando sus manos, rezó con ese repetido susurro algodonoso y cuando hubo terminado se persignó, tomó la colcha que le llegaba hasta la cintura y se cubrió el cuerpo y luego el rostro, hasta quedar en la posición exacta en la que quedan los muertos. Y luego partió, partió en busca de la muerte que la había dejado olvidada en mi casa.

Sunday, April 27, 2008

 

El quechua y el asháninka son oficiales en Ayacucho

Luis Andrade me pasa esta información, que publico con gusto.

El gobierno regional de Ayacucho ha declarado lenguas oficiales en la región al castellano, al quechua y al asháninka. Es una excelente noticia y un magnífico paso en favor del reconocimiento de nuestras lenguas nacionales como vehículos legítimos y eficaces de cultura y progreso. La norma incluye también instrucciones para volver efectiva y real esa oficialización. Esperemos que esta vez se haga en serio.



Reconocen al quechua y asháninka como lenguas oficiales en Ayacucho
jueves, 24 de abril de 2008
Asociación SER-Oficina Regional Ayacucho

Mediante Ordenanza Regional 010, publicada el 19 de marzo, el Gobierno Regional de Ayacucho (GRA), ha reconocido al idioma castellano, quechua y asháninka como lenguas oficiales de la región Ayacucho.

La propuesta de ordenanza de reconocimiento como lenguas oficiales a los tres idiomas en mención, se discutió en sesión ordinaria del Consejo Regional del GRA, el pasado 05 de marzo, la cual fue aprobada por unanimidad y posteriormente elevada a Presidencia Regional para su análisis y promulgación.

Por otro lado, según indica la ordenanza, se encarga a la Gerencia Regional de Desarrollo Social en coordinación con la Dirección Regional de Educación elaborar el Plan de Capacitación Progresiva –en el término de 90 días– que estará dirigido a funcionarios Públicos del GRA para que reconozcan, respeten y promuevan los valores, reconocimientos de las culturas de los pueblos indígenas

Asimismo, se ha encargado a las mismas instancias la elaboración del Plan de Acción Progresiva que plantee como indispensable el conocimiento del quechua y el asháninka a los funcionarios públicos del GRA que desempeñen sus labores en zonas con predominancia de dichos idiomas. En el mismo sentido se está recomendando a los gobiernos locales implementar la ordenanza regional en sus jurisdicciones.

La normatividad regional también determina la conformación de la Comisión Multisectorial de Promoción de los idiomas indígenas de Ayacucho, la cual deberá implementarse en un tiempo de 30 días. Esta nueva instancia deberá contar con redes distritales, provinciales y regionales y, una comisión especial en el Valle del Rio Apurímac.

Sobre el Proyecto Educativo Regional (PER-Ayacucho), precisa que éste deberá implementarse incorporando obligatoriamente cursos de quechua y ashaninka desde el primer grado de educación primaria hasta el quinto año de educación secundaria, acciones que estarán bajo la responsabilidad de la Dirección Regional de Educación.

Con esta acción el GRA reconoce la necesidad pública de oficializar progresivamente las lenguas aborígenes en la educación, la salud, la promoción del desarrollo y otras esferas de la política la sociedad y la cultura, favoreciendo la integración de miles de personas a la vida pública de la región.

Monday, April 21, 2008

 

Por una i

La destrucción del Imperio Otomano luego de la Primera Guerra Mundial trajo consigo la eliminación del Califato y la conversión de Turquía en la república moderna que todavía es hoy. Las reformas de Atatürk (impulsadas por el presidente Mustafa Kemal Atatürk, un apasionado admirador de la Ilustración) se propusieron crear un estado secular, con elecciones y poderes bien diferenciados, donde la religión y la política se mantuvieran separadas (al menos idealmente). Entre las muchas transformaciones de ese periodo está la reforma de la escritura turca, que pasó de usar una caligrafía árabe a adoptar el alfabeto latino. Por supuesto, algunas innovaciones se tuvieron que hacer pues los caracteres latinos no necesariamente calzaban con los sonidos turcos a la perfección. Por ejemplo, se tuvo que inventar el grafema ı (una i sin punto) para representar el sonido [ɯ], es decir, una vocal alta posterior no rendondeada, como una “u” pronunciada con los labios estirados, como sonriendo: pueden escuchar el sonido aquí---la i (con punto) y la u ya se usaban para los sonidos [i] y [u], que también existen en turco.

Noten que aunque las letras turcas ı e i son muy parecidas (solo el punto las distingue), representan sonidos muy diferentes en la lengua ([ɯ] y [i] respectivamente). Por ejemplo, niña es kız (no kiz) y bueno es iyi (no ıyi ni iyı ni ı). Son sonidos que, además, tienen un valor fonológico, es decir, que son capaces de diferenciar palabras en turco. Eso quiere decir que si usamos i en vez de ı podemos producir un cambio radical de significado.

Eso es lo que le pasó a Ramazan Çalçoban, cuando le envió un mensaje de texto a su esposa Emine, de quien se estaba separando, diciéndole: “cambias de tema cuando te quedas sin argumentos”. Como usó un teléfono celular, en su teclado no tenía la letra ı, sino solo la i. La palabra que quería decir era sıkısınca (‘quedarse sin argumentos’) pero lo que escribió fue sikisinca, que por desgracia se parece más a sikisince (una manera vulgar de decir ‘hacerte el amor’, algo como ‘tirarte’). De esta manera, lo que Emine entendió fue que Ramazan le estaba diciendo a ella: “cambias de tema cuando te tiran”. Por supuesto, se enojó, se quejó con sus padres y parientes, quienes trataron de matar al esposo. Este en venganza acuchilló a Emine, la mató, y cuando lo detuvieron se suicidó. Toda una desgracia. Por una i.

Es, claro, un caso extremo en que se mezclan diferentes prejuicios y tradiciones violentas; no solo la falta de ı es responsable (ver la historia completa aquí). Pero no está demás que reflexionemos acerca de las consecuencias de que la tecnología se produzca como si a todos los usuarios les bastara con los caracteres que usa el inglés. Las limitaciones del alfabeto inglés producen diferentes efectos en las aplicaciones tecnológicas. Sin ir muy lejos, la diferencia entre ı e i (así como otros rasgos del alfabeto turco) constituye un dolor de cabeza para los programadores (algunos hablan del Test Turco como una prueba que el código tiene que pasar).

No estamos pues solos con los problemas que causa la eñe.

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Sunday, April 20, 2008

 

La vitalidad del Quechua

A pesar de los malos agüeros, el quechua continúa siendo hoy la lengua de millones de hablantes en el Perú y otros países sudamericanos. Los hablantes de esta lengua se han desplazado mucho por el Perú en los últimos 30 años, al punto que la ciudad de Lima se ha convertido en el lugar que concentra la mayor cantidad de quechuahablantes en el mundo (más de medio millón). El impacto de este desplazamiento---sobre el quechua y sobre el español---es, sin duda, enorme, aunque todavía no lo conocemos bien. Asimismo, la masiva migración andina ha enfrentado a los hablantes de la gran ciudad, pertinaces monolingües, con el uso sistemático del quechua por primera vez, incluidos los escenarios oficiales (y no han faltado escandalizadas reacciones). Pero también ha sido esta la ocasión para que los quechuahablantes se encuentren directamente con la variada oferta cultural que la ciudad ofrece, y para que se inserten ellos mismos en una tradición cosmopolita. Los resultados de este encuentro son complejos y variados, y están seguramente salpicados de éxitos y de fracasos. Hoy quiero hablar de algunos éxitos, que hablan bastante bien de la muy contemporánea vitalidad del quechua.

En 1994, Freddy Ortiz, músico nacido en Ocobamba (un pueblito de Andahuaylas, en Apurímac) fundó el grupo Uchpa ("cenizas") para cantar en quechua. Para decirlo con sus palabras:
Kaypi, maqtakunata inglispim munanku takiyta mana inglista yachaspa, aswanqa ñuqa pinsarani, mana inglista atiptiykuqa, aswanqa sumaqta cabirachisaq runasimichapiña riki
"Aquí los jovenes quieren cantar en inglés sin saber hablar, entonces pensé cantar mejor en quechua, y encajó mejor, muy bien, y de ahí es que empezó esta locura de cantar en quechua".
Fredy Ortiz. Entrevista para Almazoror.
Por supuesto, no es el primer grupo musical en quechua, ni mucho menos. La novedad sin embargo es que se trata de un grupo de rock. Durante la última década Uchpa ha venido cantando rock en quechua en diversas ciudades del Perú, incluida por supuesto Lima, y ha hecho más de una gira fuera del país. Aquí un video con uno de sus mayores éxitos, Chachaschay:



Cantar rock en quechua y tener éxito al hacerlo constituye una extraordinaria contribución al reconocimiento de esta lengua y de sus hablantes.

Lo mismo podemos decir de la reciente ganadora de la Gaviota de Plata en Villa del Mar, Damaris, cuya canción Tusuy Kusun (una fusión de un carnaval ayacuchano con un festejo norteño) ha sido seleccionada para representar la próxima cumbre de mandatarios ALC-UE (América Latina, el Caribe y la Unión Europea) en Lima. Escuchemos su presentación en Viña:



Quizá sea cierto pues que, como dice allí Damaris, "la noche [del quechua] está pasando ya". El desborde hacia la ciudad no se limita (nunca se limitó) a los espacios o las calles, a los trabajos y negocios; incluye también la música, las costumbres, el pensamiento, y por supuesto la lengua. Hoy además tiene una imagen bastante clara de sí mismo; ya no pide que lo dejen en la puna; se sabe en la ciudad para siempre. Y sabe que no habrá vuelta atrás. Dejemos que Damaris misma nos lo cante, esta vez también en español:

hoy nuestro canto crece, es luz de esperanza
nuestro país renace como trigo en las cumbres;
nunca olvidaremos nuestras tradiciones
juntos celebraremos nuestros carnavales;
cantemos todos juntos con la frente bien alta
nuestra cultura andina se admira en el mundo

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Thursday, April 10, 2008

 

Cholo: nombre o prefijo (actualizado)

A propósito de este post de Gustavo Faverón en Puente Aéreo.

Quiero recomendar efusivamente el último post de Gustavo Faverón sobre ciertos usos y abusos de la palabra cholo en el Perú. A diferencia de serrano, cholo tiene en nuestro país un uso ambiguo. Puede ser usado como insulto racista, pero también se ha convertido en una expresión reivindicativa, en una palabra de protesta que articula una especial identidad---como en el famoso Cholo soy y no me compadezcas de Luis Abanto Morales. De esa manera, en ciertos discursos, cholo parece querer decir simplemente peruano. En principio, uno podría alegrarse de que se haya rescatado esta palabra de las fauces del racismo y la discriminación. Sin embargo, como advierte Faverón, todavían quedan fantasmas en la casa:
Me estaba preguntando por qué me resultan casi siempre antipáticas (y bastante mongas) palabras como cholotaxi, cholonauta, cholómetro o cholósfera, y títulos como Nos habíamos choleado tanto o El laberinto de la choledad.
La respuesta más explicativa que encuentro hasta ahora: porque todas ellas en conjunto son palabras y frases que renuncian a cualquier forma de originalidad; son variantes copionas de otras palabras y de otros títulos o nombres; son términos a la vez parasitarios y caricaturales, que viven de hacer referencia a otros términos pero a la vez los empequeñecen y los asfixian: parecen responder a una intuitiva antropología identitaria, que todo lo encoge y todo lo reduce, que nunca piensa en una ancha clave humanista sino exclusivamente en clave local).
Voluntaria o involuntatariamente, el prefijo cholo lleva consigo una carga muy antigua de tintes sardónicos, de la misma estirpe del sustantivo cholo en el viejo y mediocre chiste "no es lo mismo un desnudo griego que un cholo calato", en el que el solo reemplazar el paradigma de la belleza occidental con el cuerpo de un indígena o de un mestizo peruanos parece generar una sensación de ridículo que es, por decir lo menos, autodenigrante. (Por supuesto, no es que se me extravíe la referencia a la pobreza del peruano, pero creo que no basta para volver exitosa la broma).
Gustavo Faverón. Puente Aéreo. 9 de abril del 2008
En efecto, la reciente proliferación del término cholo, usado como prefijo para modificar ciertos nombres y títulos conocidos, no está en realidad motivada por un espíritu de limpieza expresiva; al contrario, su objetivo es subrayar una diferencia, marcar una distancia. Desgraciadamente, quizá en forma inadvertida, eso permite la supervivencia del componente discriminatorio de la palabra:
Tampoco es secundario el tema de la rebaja paródica: los mexicanos de Octavio Paz se extravían en el insigne laberinto de la soledad, los peruanos de Nugent sólo alcanzamos a perdernos en la modesta paráfrasis del otro laberinto. Si los personajes de Ettore Scola aman, los peruanos de Bruce choleamos.
Gustavo Faverón. Puente Aéreo. 9 de abril del 2008
[Actualización: Breve nota sobre el origen de cholo]

Agradezco a Kike, un comentarista, por recordarme lo siguiente:
cholo tiene a veces también una connotación cariñosa. Es típico de los varones peruanos llamarse "cholo" de forma amistosa ("¡Buena, cholo!", "Tranquilo, cholo") o del uso de la expresión entre enamorados ("Ven, cholita").
Comentarista en la Peña Lingüística.
En efecto, ese es un uso posible en el Perú. Esto quizá eche luces sobre el debate que existe acerca de la etimología de la palabra. Es conocido que el Inca Garcilaso le atribuyó un origen caribeño:
cholo, es vocablo de las islas Barlovento, quiere decir perro, no de los castizos, sino de los muy bellacos gozones; y los españoles usan del por infamia y vituperio.
Inca Garcilaso. Los comentarios reales. 1609. Citado por Juan de Arona (Diccionario de Peruanismos, 1883, p. 169)
En apoyo de esta hipótesis, Juan de Arona cita el Vocabulario aymara del Padre Bertonio, quien deja constancia del uso de la expresión "chulo anocara" para designar a un
"perro engendrado de padre que es de diferente casta como bastardo"
Bertonio, Ludovico. Vocabulario de lengua aymara. 1612. p. 363
De acuerdo con esto, ser chulo es algo así como ser chusco. Arona postula que chulo es un préstamo temprano del español hacia el aymara, lo que confirmaría la propuesta de Garcilaso. El español chulo sería pues el origen de cholo. Sin embargo, chulo tiene significados diferentes en el español del XVII.

Por una parte, los peones que ayudaban a los toreros eran llamados chulos. Algunos sugieren que chulo designaba también a los perros usados para encerrar a los toros---al parecer la palabra era usada por los esclavos, especialmente en las plazas de toros; algunos incluso sugieren que deriva de lenguas africanas. Esto pareciera confirmar a Garcilaso, pues los esclavos bien pudieran haber llevado la palabra también al Caribe. Ahora bien, chulo sufre un cambio interesante, ya desde entonces. Como sabemos, los toreros visten con mucha gala; a mediados del XVII, chulo señalaba a un "individuo del pueblo bajo que se distingue por cierta afectación y guapeza en el traje" (Corominas, Joan. Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana, 1967, p. 199); es decir, si un pobre trataba de vestir con lujos, se burlaban de él diciéndole chulo, o sea algo así como "ayudante de torero" (para aludir burlonamente a las galas del torero)---este es quizá el origen de uno de los significados actuales de chulo (i.e. "caficho"). En este sentido, en el origen de cholo hay una noción de inferioridad moral.

Por otro lado, en la germanía del Siglo de Oro (es decir, en el habla más populachera, la replana y la jerga soldadesca de la época), chulo quería decir muchacho (en general, incluido el sentido de "sirviente")---según Corominas, esto deriva del italiano ciullo ("niño"), que es una aféresis de fanciullo, el diminutivo de fante (que viene del latín infans, infantis). En este otro sentido, en el origen de cholo hay una noción de minoría de edad y de servicio.

Ambas explicaciones están posiblemente relacionadas, puesto que chulo como designación de los ayudantes del torero bien podría derivar del sentido de "muchacho". Sin embargo no explican bien por qué se cambia la vocal de chulo a cholo. Quizá ese sea el cambio que ocurre en el Caribe. No se explica tampoco de dónde puede haber salido el sentido cariñoso, que es además propio del Perú, especialmente en la costa norte---en Lambayeque una madre o una tía cariñosa puede llamar a su hijo o sobrino "mi cholito". Esto es muy diferente del uso de cholo en varias otras regiones hispanas, donde solo parece tener el sentido ofensivo.

Existe una hipótesis alternativa según la cual cholo deriva de la palabra mochica cholu, que significa también muchacho, pero solo en el sentido de "niño". Si esto es correcto, tenemos una explicación interesante acerca del sentido particular de cholo en el Perú. Ahora bien, esta no puede ser toda la historia, puesto que la palabra está ampliamente extendida en el español y casi en ninguna parte tiene un sentido afectivo (Argentina es una excepción). Es posible pues que cholo en el Perú tenga un doble origen: por un lado proviene de las mismas fuentes que trajeron esa palabra al español; pero, adicionalmente, se alimenta del sentido que cholu tenía en mochica. Quizá eso explique su doble significado.

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