Friday, February 25, 2011
Photoshopear
Usar un procesador de imágenes para retocar el rostro o el cuerpo retratado en una fotografía se ha convertido en un práctica universal en la publicidad de todo tipo. Cuando los cuerpos reales no respetan los cánones de belleza física, o simplemente cuando la realidad de la imagen no coincide con lo que se espera en la noticia, pues allí están los programas que nos permiten manipular los pixeles y empezar nuestro viaje hacia la hiperrealidad. El más popular de esos programas es Photoshop---pero hay otros: GIM, Corel Photopaint, Pixelmator, Pixel Image Editor, PPaint Shop Pro, etc.
Por esa razón, photoshop se ha convertido en el hiperónimo para la actividad que realizamos con cualquiera de los otros programas, y significa simplemente "manipular una fotografía". En inglés (donde photoshop se ha convertido en un verbo pleno: to photoshop, photoshopping, photoshopped, He photoshops his images regularly), este uso es tan común que incluso se ha extendido a retoques no digitalizados de imágenes (donde no hay pixeles, y por lo tanto no se usa ningún programa), creando la expresión manual photoshopping.
Nada extraño hasta aquí, por supuesto, se trata de un procedimiento común en las lenguas. En el español, photoshop ha tenido un impacto similar. Para nosotros, sin embargo, un problema adicional aparece: ¿cómo escribir la verbalización de esa palabra? La RAE no se ha pronunciado todavía, pues el fenómeno es bastante nuevo. Pero las necesidades expresivas de los hablantes no pueden esperar a que ese docto cuerpo académico decida (de hecho, es al revés, la RAE espera a que se forme una tradición de uso relativamente estable antes de pronunciarse). Y claro, por ahora, se usan todas las posibles adaptaciones ortográficas de ese nuevo verbo al español: photoshopear, fotoshopear, fotochopear:
De todas estas, la más común parece ser la primera (photoshopear), que respeta la ortografía del nombre original---es la que más resultados nos da en Google, casi 10 veces más que las otras. Pero no sabemos cómo resulte al final, cuando el proceso se estabilice.
Y no será lo único que vaya a cambiar. Empieza a aparecer un uso de esta expresión que ni siquiera requiere que lo manipulado sean imágenes:
En este caso, fotochopear se usa para indicar cualquier tipo de manipulación en la información que se presenta (aunque el componente digital parece ser necesario todavía).
La palabra photoshopear y sus derivados ha entrado por todo lo ancho al español, pero su escritura es aún inestable.
Por esa razón, photoshop se ha convertido en el hiperónimo para la actividad que realizamos con cualquiera de los otros programas, y significa simplemente "manipular una fotografía". En inglés (donde photoshop se ha convertido en un verbo pleno: to photoshop, photoshopping, photoshopped, He photoshops his images regularly), este uso es tan común que incluso se ha extendido a retoques no digitalizados de imágenes (donde no hay pixeles, y por lo tanto no se usa ningún programa), creando la expresión manual photoshopping.
Nada extraño hasta aquí, por supuesto, se trata de un procedimiento común en las lenguas. En el español, photoshop ha tenido un impacto similar. Para nosotros, sin embargo, un problema adicional aparece: ¿cómo escribir la verbalización de esa palabra? La RAE no se ha pronunciado todavía, pues el fenómeno es bastante nuevo. Pero las necesidades expresivas de los hablantes no pueden esperar a que ese docto cuerpo académico decida (de hecho, es al revés, la RAE espera a que se forme una tradición de uso relativamente estable antes de pronunciarse). Y claro, por ahora, se usan todas las posibles adaptaciones ortográficas de ese nuevo verbo al español: photoshopear, fotoshopear, fotochopear:
BP promete no volver a photoshopear fotos
BP debió aceptar sus culpas y admitir que photoshopeó una serie de imágenes oficiales de la empresa que mostraban los esfuerzos de la compañía para arreglar el desastre ecológico producido por el derrame de petróleo en el Golfo de México.
Conny Sturn, Fayerwayer.com, julio del 2010
Hemos asistido, toda la semana, al penoso espectáculo de ver a aspirantes al Congreso defender su derecho a malograr la ciudad con sus fotoshopeados rostros. A patalear porque no se les da permiso para generar situaciones de riesgo con enormes carteles que impiden la visión de señales de tránsito.
Patricia del Río, Perú21, 25 de febrero del 2011
La fotochopeada foto oficial del nuevo Presidente
Simón Ergas. Lapollera.cl
De todas estas, la más común parece ser la primera (photoshopear), que respeta la ortografía del nombre original---es la que más resultados nos da en Google, casi 10 veces más que las otras. Pero no sabemos cómo resulte al final, cuando el proceso se estabilice.
Y no será lo único que vaya a cambiar. Empieza a aparecer un uso de esta expresión que ni siquiera requiere que lo manipulado sean imágenes:
Encuestas están "fotochopeadas"
Mira, las encuestas dicen que son fotografías del momento, lo que yo estoy viendo es que son fotomontajes del momento. Son así como lo pendones que se fotochopean para quitar la patas de gallo y verse un poquito más delgadito, es igual que las encuestas, éstas no reflejan la realidad de lo que está pasando. Las encuestas verdaderas son las que tenemos aquí en las calles.
Emilio Arriaga al transcribir la entrevista a Carlos Borruel, El mexicano, 31 de mayo del 2010
En este caso, fotochopear se usa para indicar cualquier tipo de manipulación en la información que se presenta (aunque el componente digital parece ser necesario todavía).
La palabra photoshopear y sus derivados ha entrado por todo lo ancho al español, pero su escritura es aún inestable.
Labels: hiperónimos, ortografía
Wednesday, February 23, 2011
El Señor de Sipán de Wari
El Señor de Sipán de Wari |
-Véndame un kolynos.
-¿De qué marca?
-Colgate
Lo que ha ocurrido aquí es que kolynos se ha convertido en el hipónimo que designa a toda la clase de pastas de dientes. Un ejemplo notable lo aportó un candidato presidencial: el Premio Nóbel de la Paz de Literatura (que fue el caso que comentamos en un post anterior) donde Premio Nóbel de la Paz es el hiperónimo de Premio Nóbel. Es evidente que eso le pasa a palabras o expresiones de alta frecuencia (otros casos: googlear en yahoo, una gillete philips, xerocopiar).
Un ejemplo de naturaleza similar lo proporciona este titular:
Cusco: hallan un ‘Señor de Sipán’ de Wari
Un grupo de arqueólogos peruanos encontró la tumba de un jefe principal de la cultura Wari en el departamento de Cusco, reveló hoy el director regional de Cultura de la región, Juan Julio García, quien afirmó que el hallazgo puede cambiar las investigaciones sobre los orígenes de la cultura Inca.
La tumba, situada en Vilcabamba, provincia de La Convención, contiene incrustaciones de oro laminado prehispánico y bienes de plata, oro y cerámica con iconografías de las culturas Wari y Nasca. “Este hallazgo está a la altura del Señor de Sipán y cambiará parte de la historia inca y de la zona”, dijo García.
Perú21, 23 de febrero del 2011
El Señor de Sipán (de Sipán) |
Claramente esto indica que se trata de un procedimiento productivo en español---siempre y cuando la expresión sea lo suficientemente frecuente.
Aunque en este caso, como no se trata de las declaraciones de un candidato presidencial, no llamará tanto la atención, ni generará tantas pasiones desencaminadas.
Labels: discurso prescriptivo, hiperónimos
Monday, February 21, 2011
La mayoría
Que las palabras y las oraciones son ambiguas es un lugar común que nadie cuestiona. La ambigüedad es un tema de discusión en las disciplinas del lenguaje desde el principio, y fue hace mucho considerada como una limitación, un defecto de los lenguajes naturales. Hoy en cambio, se ve la ambigüedad como un resultado natural de la estructura lingüística, e incluso como una muestra de eficiencia y economía en el uso de recursos expresivos.
Sin embargo, es claro que no se puede dejar que la ambigüedad campee a sus anchas en nuestros enunciados. Quien escribe, quien habla, tiene la responsabilidad de hacer que su interlocutor entienda su mensaje de la manera apropiada. Eso precisamente constituye una de las características cruciales del buen hablar o del buen escribir: que sepamos controlar los sentidos de nuestro texto. Un texto, toda pieza de lenguaje, naturalmente produce numerosos sentidos, sin que el hablante tenga que hacer otra cosa más que hablar. La eficiencia al hablar o escribir no consiste en producir esos sentidos (que vienen gratis), sino en conducirlos hacia una meta coherente. Para hablar o escribir bien, no es necesario (y ciertamente, no es suficiente), que nos pasemos la vida identificando arbitrarias marcas gramaticales como buenas o malas; lo que es indispensable es que sepamos combinar nuestras expresiones de manera que formen un todo armonioso de sentido.
Por supuesto, hay ocasiones en que las expresiones se dejan como ambiguas a propósito, para insinuar una idea sin necesidad de decirla directamente. La campaña electoral es el escenario ideal para ese tipo de estrategias, por supuesto. Me permito poner un ejemplo un poco escondido.
La palabra mayoría tiene en español (al menos) dos sentidos relacionados pero distintos. Puede referirse a una cantidad que representa más de la mitad del total; por ejemplo, si hay seis candidatos y 100 votos en total, y uno de los candidatos obtiene 51 votos, entonces podemos decir que ha recibido la mayoría de los votos. Este sentido se recoge de manera más precisa en la expresión mayoría absoluta.
Pero, también puede referirse a la cantidad mayor, en relación con otras cantidades menores que constituyen el total. En nuestro ejemplo de seis candidatos y 100 votos, si un candidato recibe 40 y los otros se reparten el resto sin que ninguno alcance los 40, entonces también podemos decir que el candidato con 40 ha recibido la mayoría de los votos, en el sentido de que ha recibido la mayor cantidad de votos. La expresión mayoría relativa recoge este segundo sentido más precisamente.
Si la expresión mayoría es ambigua, entonces se puede en efecto usar en cualquiera de esos dos sentidos, sin que se le acuse al usuario de ningún defecto gramatical o mal uso léxico. Pero mantener la ambigüedad no es inocente.
En el titular del diario Diario16 que ilustra el post, se dicen dos cosas. En el titular grande se lee:
En letras más pequeñas se puede leer también (hacer click en la imagen para ampliar y ver mejor el gorro):
Claramente, no se trata del primer sentido, el de mayoría absoluta, sino más bien del segundo sentido, el de mayoría relativa. No hay duda de que las necesidades del espacio son angustiantes en un diario, especialmente si se trata de los titulares. Pero si se tiene en cuenta que la primera vuelta en el Perú se gana con mayoría absoluta y que Toledo está todavía lejos de esa meta, al menos es razonable preguntarse cuál es el sentido último de ese titular.
Es posible, incluso es lo más probable, que se trate simplemente de una estrategia para ahorrar espacio. Pero eso precisamente confirma lo que decía al principio: la ambigüedad surge naturalmente en el uso lingüístico, sea que nos lo propongamos o no. La tarea de escribir bien, la responsabilidad al hablar, consiste no en producirla, sino en controlarla, encauzarla, darle una meta. Cuando descuidamos eso, aunque sea por atender otras necesidades urgentes, como en este caso, es que nuestro discurso se vuelve menos eficiente---por supuesto, también existe la posibilidad de que se trate de una ambigüedad deliberada; si es así, el problema no es la eficiencia, sino la responsabilidad.
Sin embargo, es claro que no se puede dejar que la ambigüedad campee a sus anchas en nuestros enunciados. Quien escribe, quien habla, tiene la responsabilidad de hacer que su interlocutor entienda su mensaje de la manera apropiada. Eso precisamente constituye una de las características cruciales del buen hablar o del buen escribir: que sepamos controlar los sentidos de nuestro texto. Un texto, toda pieza de lenguaje, naturalmente produce numerosos sentidos, sin que el hablante tenga que hacer otra cosa más que hablar. La eficiencia al hablar o escribir no consiste en producir esos sentidos (que vienen gratis), sino en conducirlos hacia una meta coherente. Para hablar o escribir bien, no es necesario (y ciertamente, no es suficiente), que nos pasemos la vida identificando arbitrarias marcas gramaticales como buenas o malas; lo que es indispensable es que sepamos combinar nuestras expresiones de manera que formen un todo armonioso de sentido.
Por supuesto, hay ocasiones en que las expresiones se dejan como ambiguas a propósito, para insinuar una idea sin necesidad de decirla directamente. La campaña electoral es el escenario ideal para ese tipo de estrategias, por supuesto. Me permito poner un ejemplo un poco escondido.
La palabra mayoría tiene en español (al menos) dos sentidos relacionados pero distintos. Puede referirse a una cantidad que representa más de la mitad del total; por ejemplo, si hay seis candidatos y 100 votos en total, y uno de los candidatos obtiene 51 votos, entonces podemos decir que ha recibido la mayoría de los votos. Este sentido se recoge de manera más precisa en la expresión mayoría absoluta.
Pero, también puede referirse a la cantidad mayor, en relación con otras cantidades menores que constituyen el total. En nuestro ejemplo de seis candidatos y 100 votos, si un candidato recibe 40 y los otros se reparten el resto sin que ninguno alcance los 40, entonces también podemos decir que el candidato con 40 ha recibido la mayoría de los votos, en el sentido de que ha recibido la mayor cantidad de votos. La expresión mayoría relativa recoge este segundo sentido más precisamente.
Si la expresión mayoría es ambigua, entonces se puede en efecto usar en cualquiera de esos dos sentidos, sin que se le acuse al usuario de ningún defecto gramatical o mal uso léxico. Pero mantener la ambigüedad no es inocente.
En el titular del diario Diario16 que ilustra el post, se dicen dos cosas. En el titular grande se lee:
44% cree que Toledo ganará.
En letras más pequeñas se puede leer también (hacer click en la imagen para ampliar y ver mejor el gorro):
Mayoría piensa que candidato de Perú Posible será nuevamente Presidente
Claramente, no se trata del primer sentido, el de mayoría absoluta, sino más bien del segundo sentido, el de mayoría relativa. No hay duda de que las necesidades del espacio son angustiantes en un diario, especialmente si se trata de los titulares. Pero si se tiene en cuenta que la primera vuelta en el Perú se gana con mayoría absoluta y que Toledo está todavía lejos de esa meta, al menos es razonable preguntarse cuál es el sentido último de ese titular.
Es posible, incluso es lo más probable, que se trate simplemente de una estrategia para ahorrar espacio. Pero eso precisamente confirma lo que decía al principio: la ambigüedad surge naturalmente en el uso lingüístico, sea que nos lo propongamos o no. La tarea de escribir bien, la responsabilidad al hablar, consiste no en producirla, sino en controlarla, encauzarla, darle una meta. Cuando descuidamos eso, aunque sea por atender otras necesidades urgentes, como en este caso, es que nuestro discurso se vuelve menos eficiente---por supuesto, también existe la posibilidad de que se trate de una ambigüedad deliberada; si es así, el problema no es la eficiencia, sino la responsabilidad.
Labels: buen hablar