Tuesday, March 27, 2007

 

La crusca

En cierto día del otoño de 1582, Leonardo Salviati, entonces ya un conocido filólogo y miembro de una poderosa familia de banqueros florentinos, se unió a la Brigata dei Crusconi, un animado grupo de discusión sobre asuntos literarios y filológicos, y los convenció de fundar L'Accademia Della Crusca, a todos los efectos, la primera Academia de la Lengua en Europa, la cual sobrevive hasta hoy (con una breve interrupción a fines del XVIII). Salviati había escrito, a los 24 años, una Orazione in lode della fiorentina lengua, donde exaltaba el valor de la lengua toscana (siguiendo una tradición que se remonta al menos hasta Dante Alighieri, también florentino), pero su nuevo proyecto esta vez iba más allá. La Brigata dei Crusconi se había formado para contrarrestar las pretensiones de la Academia Florentina, dedicada principalmente a cuestiones filosóficas, que veía con cierto desprecio la discusión acerca de textos que no estuvieran escritos en griego o latín; al parecer, algunos intelectuales de la época consideraban la distinción entre textos clásicos y textos escritos en toscano como equivalente a la distinción entre harina y salvado (esto es, la cáscara del trigo, que se desechaba): según la Academia Florentina, el latín y el griego serían el trigo refinado con el que se hace la mejor harina (los mejores textos), mientras la lengua florentina vendrían a ser el salvado, la cáscara (o la crusca, como se dice en italiano), es decir, lo irrelevante, lo desechable. Los amigos del Crusconi (plural de crusca) se pusieron ese nombre para reivindicar los textos escritos en toscano, pero también para subrayar que estaban hablando de un tema por completo diferente, el cual, pese a ser más modesto que la filosofía, no merecía ser ninguneado. Leonardo Salviati, sin embargo, era más ambicioso. Con fina habilidad retórica, reformuló la oposición harina-salvado de la siguiente manera: la tarea del filólogo, según él, era separar la harina de la crusca (en español diríamos “separar la paja del trigo”); pero ahora la harina ya no era el latín sino el “florentino correcto” (esto es, la variedad de toscano que hablaban él y sus amigos), y la crusca eran todas las varias formas que adoptaba el toscano más allá de Florencia.

Esa metáfora funda el discurso prescriptivo europeo, y se repite, con diversas variantes en la Académie Française (creada en 1635) y la Real Academia Española (de 1713)---recordemos, sin ir muy lejos, el lema de la RAE: limpia, fixa y da esplendor (la propia Accademia Della Crusca, en 1589, había adoptado como lema Il più bel fior ne coglie, un verso de Petrarca que se puede traducir como Escoge la flor más bella). Lo mejor, lo más bello, lo limpio, frente a lo desechable, lo feo, lo sucio, constituye el eje que organiza la reflexión filológica post-renacentista y su impronta se puede percibir incluso hoy, especialmente fuera de las disciplinas lingüísticas.

Aunque la movida retórica de Salviati parece una transformación significativa, es en verdad la actualización de la misma metáfora no solo en la letra sino también en el sentido. El propósito de Salviati es el mismo que el de la Academia Florentina, pero su punto de referencia cambia: lo que ambos quieren es neutralizar la variación. Mientras unos anclan la lengua en un idealizado latín, el otro la fija en la idealización de su propia forma de hablar; para los dos, sin embargo, lo demás es crusca. Esa idea de que la forma de hablar de los demás es desechable, irrelevante o inferior, aunque largamente superada por los lingüistas, está presente de manera casi universal fuera de los círculos especializados, inclusive entre quienes embanderan una posición crítica.

Pongo como ejemplo un reciente post de mi amigo Gustavo Faverón, sobre la clausura del XIII Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española:

Lo más sorprendente de los antiguos colonizados es cuánto les cuesta aprender a pensar con independencia. Tomemos por ejemplo […] la visita de los reyes de España para reforzar con sus presencias el congreso de las academias españolas de la lengua, reunidas en Medellín. […] [Este] hecho es tan obvio que no necesita comentario: el congreso de academias lanzó por todo lo alto su flamante Gramática del idioma, con la novedad de su "descentralización", pero lo tuvo que hacer, claro, invitando a que le den un espaldarazo a aquellas personas en quienes encarna el mismo viejo ideal de la RAE, el mismo ideal imperial de siempre: los señores reyes españoles.
Gustavo Faverón. Puente Aéreo 26 de marzo del 2007
Tres problemas vale la pena comentar aquí, y las voy a mencionar en orden inverso de aparición. En primer lugar, está la crítica a la presencia de los reyes de España, que presuntamente encarnan un ideal imperial. Incluso aceptando esto último, todavía es posible preguntarse qué tiene de malo que la RAE invite al Presidente de Honor de su Patronato (es decir, de la entidad que los financia) a clausurar el Congreso---de hecho, la razón principal por la que se invita a los reyes españoles quizá sea para asegurar un lugar más prominente en las noticias y por lo tanto difundir mejor los resultados del encuentro. Noten que no pretendo refutar la conexión simbólica entre el pasado colonial y la presencia de los reyes, pero sí es necesario preguntarse si tal asociación no es ya un símbolo hueco, y, al menos para los efectos del Congreso mismo, por completo irrelevante. Porque (y este es el segundo problema con el post) hay algo más que Gustavo señala pero no explica (o más bien explica muy limitadamente): la flamante Gramática del idioma es la primera gramática académica que incorpora datos provenientes de todas las regiones donde se habla el español, sin privilegiar las variedades de la Península. No se trata de que ha sido “descentralizada”, un término ambiguo que sugiere que solo la tarea misma de elaborar la Gramática ha sido compartida por las otras Academias, y no la decisión sobre qué datos incorporar (imagino que Gustavo tenía en mente la idea de que ha sido “descentrada”, es decir, que ya no gira en torno al español de la metrópoli, pero eso no es para nada claro en su post). En otras palabras, la Nueva Gramática de la Lengua Española constituye no ya solamente el símbolo sino el verdadero referente de la quiebra del orden colonial en el discurso académico (y aquí y en adelante “académico” solo quiere decir “de las Academias de la Lengua”); es un paso más (y no uno menos) en el proceso de “descolonización”. Nadie cuestiona el hecho, no precisamente halagador, de que la RAE ejerce una suerte de patronazgo sobre las otras Academias, pero esa preeminencia obedece menos a una política imperial que al simple hecho de que cuenta con recursos mucho más abundantes que los de sus pares latinoamericanos (un problema que se extiende más allá de los estudios sobre la lengua, por supuesto). Ver en la invitación a los reyes una conspiración neo-colonizadora oscurece el hecho de que nuestros países necesitan hacer más por estudiar el español, por conocer su propia lengua.

El tercer problema es mucho más serio. Sugiere Gustavo que la visita de los reyes es evidencia clamorosa de que a los académicos latinoamericanos les cuesta aprender a pensar con independencia. La relación causal entre esos dos hechos es cualquier cosa menos obvia, y ciertamente requeriría de muchos comentarios. Yo, al menos, no tengo la menor idea de cómo se puede inferir una cosa de la otra. Es simplemente falso que a nuestros académicos les cueste pensar con independencia. Existe una larga tradición de estudios del español en Latinoamérica y algunos de nuestros gramáticos más ilustres (Bello, Cuervo, Lenz) están a la cabeza de la tradición gramatical hispánica. ¿En qué exactamente consiste esta presunta continuidad colonial?

Hay todavía algo más, sin embargo. En su blog, la interpretación “colonialista” de las actividades de la RAE va de la mano con una paradójica actitud prescriptivista---como evidencian algunos posts en Puente Aéreo (ver aquí y aquí, por ejemplo). Es como si se sugiriera que no tiene nada de malo que las formas de hablar se clasifiquen en superiores e inferiores, en trigo y paja. Que lo único que está mal es que sea la variedad peninsular la que se considere mejor, que las Academias latinoamericanas debieran decidir por sí mismas qué es mejor. Es decir, es la metáfora de la crusca otra vez, con el mismo tipo de modificación que Leonardo Salviati introdujo: ahora la harina es el español latinoamericano (y quizá peor, solo una de sus variedades)---tal vez por eso usa “descentralizada”, que quiere en verdad decir no que no hay centro sino que existe más de un centro. Curiosamente, como ya he comentado antes, no es cierto que el “centralismo” (o cualquiera de sus parientes, el imperio, el colonialismo) cree el discurso prescriptivo. La actitud normativa existe de manera por completo independiente. Pero sí es verdad que el “centralismo” usa el discurso prescriptivo como una herramienta que lo justifique (en el mismo sentido, el colonialismo no inventó la pólvora, pero no habría sido posible sin ella); de esta manera, es en extremo incoherente denunciarlo, y al mismo tiempo contribuir a perpetuar uno de sus instrumentos.

Problemas reales

La RAE es una de las más notables instituciones académicas del mundo hispánico, y su tarea merece encomio, admiración y apoyo: no existe ninguna institución que haya hecho tanto por entender nuestra lengua. Pero eso de ninguna manera significa que tengamos que estar de acuerdo con todo lo que dice, ni que tengamos que aceptar sus criterios de análisis.

Y tampoco quiere decir que no sea posible hacerle cuestionamientos y señalarle problemas serios. En esta última línea, véase por ejemplo lo que opina Silvia Senz, de Addenda & Corrigenda, sobre la política editorial de la RAE (por ejemplo lo relacionado con la edición de los diversos diccionarios académicos) y sus intereses comerciales; ella incluso comenta esto en relación con el IV Congreso Internacional de la Lengua Española. Esta línea de crítica me parece más interesante que un inconsecuente gesto anticolonialista.

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Comments:
Me ha causado muca gracia leer eso de "limpia, pule y da esplendor" como lema de la RAE. Una chequeada en internet me ha mostrado que mucha gente cree que ese slogan propio de un detergente es efectivamente el lema de esta corporación española. Recuerdo, incluso, que cuando estaba yo en una clase de la Maestría de Lexicografía en la RAE, yo mismo caí en el error, que fue rápidamente sancionado por mi profesor (un académico) con el comentario de "No somos un lavavajillas" o algo así. El lema que figura en el escudo de la RAE es "limpia, fija y da esplendor".
 
Miguel, sería bueno que cambies la foto de Bosque, pues lo que tiene en la mano es el diccionario Redes, no la Nueva Gramática, como afirmas. Felicitaciones por tu blog, siempre lo leo. Un afectuoso saludo, Agustín.
 
Muchísimas gracias por las aclaraciones. Ya están corregidas. Ese es el lema de la RAE, en efecto.
 
Buen blog e instructivo comentario. Sólo sería recomendable corregir el error ortográfico "deshechaba", que va sin hache: desechaba (de des y echar, dis-iectare).
Un saludo

Roberto
 
Muchas gracias por la corrección.
 
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