Friday, October 06, 2006

 

La lengua en el museo

Para algunos, el museo es una especie de cementerio cultural, una vitrina de lo exótico, una colección de lo que no forma parte ya de la vida cotidiana, una jaula dorada para encerrar lo que nos es ya en cierto modo ajeno, o a lo sumo, una ostentosa exhibición de trofeos. Quizá por eso un museo de la lengua les resulta una suerte de aporía, una contradicción intrínseca, siendo que pocas cosas hay más vivas, menos estáticas, que la lengua. Otros van incluso más lejos y sugieren que pretender poner la lengua en un museo es un acto de llorosa nostalgia; así, la metáfora de la-lengua-en-el museo se usa para denigrar los esfuerzos por conservar las lenguas en extinción, como en estos textos de reciente publicación:

A veces, da la impresión de que los plañideros de las lenguas en extinción prefirieran la idea de encerrar a los hablantes de esos idiomas en la vitrina de un museo, rescatándolos así de "la influencia externa", antes que preocuparse por su humanidad y su coyuntura como personas.
Gustavo Faverón Puente Aéreo 24 de setiembre del 2006

Mi gran temor es que estemos valorando al quechua con la misma consideración con la que miramos los objetos que nos ofrecen los museos, esto es, con el cariño y la admiración que nos provoca lo hermoso e inerte.
Sandro Venturo Perú 21 11 de setiembre del 2006

¿Y en que consistirán esos "Derechos de los pueblos originarios"? Espero que no sea (como me temo) un freno al intercambio cultural, o la "museización" de comunidades enteras por afán conservacionista.
Comentarista en La Peña Lingüística

La idea de estos textos parece ser que no hay ninguna relación entre preocuparse por la extinción de las lenguas y preocuparse por la humanidad y la coyuntura de sus hablantes, que reclamar por el uso de una lengua es como reclamar porque alguien desecha un manto viejo. La premisa de fondo es que las lenguas son, de algún modo misterioso, un objeto ajeno a los individuos que las hablan, que los hablantes se inscriben en ellas como los socios en un club, que abandonar una lengua es más o menos lo mismo que mudarse a un mejor barrio. Por eso, trabajar por la conservación de las lenguas es visto como el intento de poner ese objeto en una vitrina.

Esa premisa es, sin embargo, falsa. La lengua está demasiado comprometida con el mundo mental como para que su abandono sea trivial. Pero hay otra premisa que es falsa también. No es verdad tampoco que los museos tengan que ser cementerios culturales o colecciones de trofeos. El museo no es una institución de lujo, ni es un mero entretenimiento para sibaritas. Es una herramienta crucial para preservar la memoria colectiva, para sustentar la narrativa que elegimos como nuestra, para volver tangible la imagen que hemos dibujado de nosotros mismos. En ese sentido, el museo es un auxiliar de la lengua. La metáfora de la-lengua-en-el-museo es infeliz, entonces, por un doble motivo: está basada en concepciones cliché de lo que es una lengua, pero también de lo que es un museo.

Y de hecho, museos de la lengua existen. Hace unos meses en la ciudad de San Paulo, Brasil, se inauguró (en el majestuoso edificio de la foto, llamado Estación de la Luz) el Museu da Lingua Portuguesa, cuyo propósito es precisamente reunir textos, videos y otros objetos relevantes para el portugués. Hay colecciones de cartas, conversaciones cotidianas grabadas, descripciones, mapas lingüísticos, entre muchos otros. No es el único. El Museo de la Lengua Afrikáans funciona en Paarl (Sudáfrica) hace más de treinta años. Ninguna de esas dos lenguas está en peligro de extinción.

La lengua puede, entonces, estar en un museo, sin que eso signifique reducir a sus hablantes a simples especímenes de colección.




Este video corresponde a una exhibición temporal en el Museu da Lingua Portuguesa, en celebración de los 50 años de Grande Sertão: Veredas, de João Guimarães Rosa, cuyo manuscrito está en el museo (los papeles colgantes son reproducciones de páginas del manuscrito).

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Comments:
No pues, no he dicho nada de eso. He dicho simplemente que, en cierto caso específico, si hay que optar entre: (a) preservar la lengua de un pueblo que es incapaz de comunicarse a través de ella con el resto de una sociedad en la que ya está inscrito de facto, y (b) dejar que ese pueblo siga optando como hasta ahora por aprender la lengua ajena para poder negociar su vida en mejores condiciones; yo prefiero lo segundo. Nadie se echa a llorar porque tú hayas tenido que aprender inglés para estudiar tu doctorado, ni nadie se echará a llorar si tus hijos ni siquiera aprenden el español. Nadie va a decir "pobrecito Miguel", hay que preservar su lengua...
 
Respecto a lo que dices sobre el museo, estoy de acuerdo, pero por lo menos deberías aclarar que allí no estás discutiendo con nadie, porque nadie había dicho lo contrario. Dije que daba la impresión de que la gente quisiera poner a los hablantes de esas lenguas en un museo, y me imagino que, pese a tus defensas del museo, serás capaz de darte cuenta de que los museos no son para las personas, ¿no?
 
Me imagino Gustavo que serás capaz de darte cuenta de que mi inglés no ha desplazado a mi español, así que nadie tendría que llorarlo. Serás capaz de darte cuenta también que lo que estoy discutiendo, en los dos textos que cito, es el desprecio por la preocupación de conservar las lenguas.

Eres tú quien debería aclarar que no estás discutiendo con nadie, porque nunca he visto a nadie que proponga negarle a un pueblo que "siga optando por aprender la lengua ajena". Lo que está en discusión no es la opción que la gente toma sino el hecho de que esa es la UNICA opción a tomar.

Usando tu argumento, podríamos decir, por ejemplo, que los judíos y musulmanes que tuvieron que convertirse conforme avanzaba la Reconquista (y los cristianos en el Imperio Bizantino conforme avanzaban los turcos) eran pueblos "que optaban por aprender la religión ajena para poder negociar su vida en mejores condiciones". ¿O no?
 
hola manuel: nos encontramos de nuevo: solo una cuestion.... creo que pones mi frase fuera de contexto... en fin... precisamente en ese texto critico a quienes quieren tratar a las lenguas nativas como objetos aislados de los intereses y las expectativas de sus usuarios... y utilizo la alusion al museo como una "cachita"... estoy contigo y con gustavo (hola gustavo) que hay museos y museos... los que coleccionan rarezas y los que invitan a (re)construir permanentemente nuestra memoria colectiva... saludos, s.
 
Excelente post, Miguel. Excelente.
Añado que hay quien cree (mucha gente) que por el hecho de estar dotado del don del lenguaje puede opinar de asuntos lingüísticos sin haber visto en su vida un tratado de lingüística ni por el forro. Como por si el hecho de tener corazón pudiéramos todos considerarnos un Valetín Fuster.
Y así van cundiendo las múltiples falacias que se manejan, como si fueran verdades irrefutables, sobre las lenguas, y que condicionan actitudes y políticas de funestas consecuencias.
 
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