Saturday, June 03, 2006
No hay para qué obligar al sayagués a que hable como el toledano
Además, el licenciado que los acompaña nos regala una breve descripción sociolingüística de Toledo y Madrid. Las Tenerías y Zocodover eran dos barrios de mal vivir en el Toledo de entonces y el claustro de la Iglesia Mayor era un lugar común de reunión para los jóvenes de la alta sociedad. Lo que el licenciado está diciendo es que no existe tal cosa como "el español de Toledo" sino que los habitantes de esa ciudad hablaban diferentes variedades del español. ¿Como qué toledanos vamos a obligar a hablar al sayagués?—Dios lo hará mejor —dijo Sancho— [...] Y díganme: ¿por ventura habrá quien se alabe que tiene echado un clavo a la rodaja de la fortuna? No, por cierto; y entre el sí y el no de la mujer no me atrevería yo a poner una punta de alfiler, porque no cabría. [...]
—¿Adónde vas a parar, Sancho, que seas maldito? —dijo don Quijote—. Que cuando comienzas a ensartar refranes y cuentos, no te puede esperar sino el mesmo Judas que te lleve. Dime, animal, ¿qué sabes tú de clavos, ni de rodajas, ni de otra cosa ninguna?
—¡Oh! Pues si no me entienden —respondió Sancho—, no es maravilla que mis sentencias sean tenidas por disparates. Pero no importa: yo me entiendo, y sé que no he dicho muchas necedades en lo que he dicho, sino que vuesa merced, señor mío, siempre es friscal de mis dichos, y aun de mis hechos.
—Fiscal has de decir —dijo don Quijote—, que no friscal, prevaricador del buen lenguaje, que Dios te confunda.
—No se apunte vuestra merced conmigo —respondió Sancho—, pues sabe que no me he criado en la corte, ni he estudiado en Salamanca, para saber si añado o quito alguna letra a mis vocablos. Sí, que, ¡válgame Dios!, no hay para qué obligar al sayagués a que hable como el toledano, y toledanos puede haber que no las corten en el aire en esto del hablar polido.
—Así es —dijo el licenciado—, porque no pueden hablar tan bien los que se crían en las Tenerías y en Zocodover como los que se pasean casi todo el día por el claustro de la Iglesia Mayor, y todos son toledanos. El lenguaje puro, el propio, el elegante y claro, está en los discretos cortesanos,
aunque hayan nacido en Majalahonda: dije discretos porque hay muchos que no lo son, y la discreción es la gramática del buen lenguaje, que se acompaña con el uso. Yo, señores, por mis pecados, he estudiado cánones en Salamanca, y pícome algún tanto de decir mi razón con palabras claras, llanas y significantes.
Por otra parte, Majalahonda era un pueblito campesino en las afueras de Madrid (se llama hoy Majadahonda y está en los suburbios madrileños). Reproduciendo el ideal lingüístico renacentista, Cervantes, a través del licenciado, promueve la discreción como la gramática del buen lenguaje, es decir, como la aunténtica guía del bien hablar. Esta es una propiedad invocada frecuentemente en los debates lingüísticos de la época y era cara al propio Cervantes, quien escribe al comienzo del Prólogo al Quijote: quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse---discreto quiere decir aquí "sensato, inteligente, agudo" y no "reservado" (la discreción renacentista es la sindéresis escolástica). Aunque hayan nacido en Majalahonda, los discretos siempre hablan apropiadamente; en otras palabras, no es el hecho de haber nacido en un determinado lugar, o la fidelidad a un dialecto, lo que debería ser la guía del buen lenguaje, sino el contenido del enunciado, la calidad del razonamiento y la pertinencia de lo dicho.
Estos argumentos están estrechamente vinculados a un debate en boga en esos tiempos (y todavía activo hoy, aunque bajo diferentes modalidades y presupuestos) con respecto a la tensión entre Naturaleza y Arte---es más, este capítulo es solo una introducción al episodio del pastor Basilio, donde el debate se desarrolla en todo su alcance, más allá de lo meramente lingüístico.
Labels: discurso prescriptivo
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