Monday, November 20, 2006

 

De lenguas, congresos y presidentes

Existen por lo menos 330 millones de personas cuya lengua materna es el español; hay otros 90 millones que hablan español como segunda lengua. En una comunidad tan vasta, no es de extrañar que encontremos tantos individuos, especialistas o no, dispuestos a contarnos la forma que el idioma adopta en sus entornos particulares, a preguntarse acerca de sus relaciones con otras lenguas y otras dimensiones de la cultura y la sociedad, a tratar de entender su pasado y anticipar su futuro. La reflexión sobre el español es acaso tan vieja como el idioma mismo, y adopta muchas formas.

Entre las expresiones más recientes de este impulso está la organización de los Congresos Internacionales de la Lengua Española, que, bajo la iniciativa de la Real Academia Española (RAE), la Asociación de Academias de la Lengua Española y el Instituto Cervantes, han reunido a escritores, lingüistas, periodistas, profesores y políticos de habla hispana en diversas ciudades de España y América. Los resultados y los debates pueden leerse on line, gracias al Centro Virtual Cervantes. Quienes crean que la RAE solo sirve para elaborar diccionarios incompletos deberían darse una vuelta por las ponencias de esos congresos: juntos representan una valiosa muestra de los muchos esfuerzos por pensar el español con rigor y honestidad; que la RAE aliente y promueva estos encuentros habla muy bien de su interés por entender la lengua más allá de los albures prescriptivistas.

Los congresos, sin embargo, no han estado exentos de controversia. En el primero de ellos, reunido en Zacatecas en 1997, Gabriel García Márquez conmocionó a la audiencia con un discurso en el que abogaba por la jubilación de la ortografía (puede oírse aquí, en la propia voz del Nóbel). Al III Congreso, reunido en Rosario, se le enfrentó el llamado Congreso de las lenguas (organizado durante los mismos días bajo la dirección de el Adolfo Pérez Esquivel), que trataba de llamar la atención sobre el impacto que el español ha tenido en las otras lenguas del continente. Esto no es, por supuesto, una casualidad o un capricho pasajero, sino evidencia fundamental de la relevancia que han alcanzado estas reuniones.

Ya están en marcha las preparaciones para el IV Congreso Internacional de la Lengua Española, a realizarse en Cartagena en marzo del 2007. Al anunciarlo oficialmente, el presidente de Colombia, Alvaro Uribe hizo esta curiosa observación:

hoy uno encuentra, en personas con un alto nivel intelectual, repetir permanentemente: han habido. Hay un inmenso problema en la conjugación de verbos compuestos. Nos tiene que aclarar la Academia (de la Lengua) si se puede decir: pueden haber o es necesario decir: puede haber. Preocupa muchísimo cómo, mientras nuestro lenguaje avanza para ser el segundo en el mundo, en la cantidad de personas que lo hablan tratamos de maltratarlo con la adopción de nuevos vocablos extranjerizantes. Cuando se está preparando una presentación, ya no se oye decir preparemos las ideas fuerza, sino los bullet points. Hay una preocupante reducción del vocabulario. Para escuchar la palabra apesarada, hay que ponerse de nuevo, con falta de tiempo, a escuchar aquel vallenato, que dice: "con su nota apesarada llora mi acordeón".
Palabras del presidente Álvaro Uribe durante el lanzamiento del IV Congreso Internacional de la Lengua Española, 7 de noviembre del 2006

No dice nada que no hayamos escuchado antes, claro: se trata de la consabida queja sobre el maltrato y empobrecimiento del idioma. Lo peculiar aquí es la ocasión en que se dice: a las puertas del IV Congreso Internacional de la Lengua Española. Porque esta reunión no tiene por propósito "corregir" la lengua o legislar sobre la pluralización del verbo haber (que, dicho sea de paso, está bastante extendida en Colombia). Por el contrario, como resulta claro y distinto al observar las actas de sus debates (véanse, por ejemplo, las ponencias del II Congreso en Valladolid sobre la unidad y diversidad del español), la razón de ser de esos encuentros es precisamente reconocer cómo es que el español se adapta a las exigencias de las diversas comunidades en donde se habla, y cómo a pesar de eso, puede seguir siendo la lengua común.

Uno se pregunta por qué no se ha enterado de eso el Presidente de Colombia (o sus asesores). Los más desconfiados lo achacarán a cierto descuido o ligereza. Yo me atrevo a sugerir una razón más osada. Para el gran público, la única razón de estudiar el propio idioma es para saber qué es "correcto" decir y qué no. Quizá Uribe y sus asesores comparten esa opinión, claro. O quizá es lo que tienen que decir para justificar tamaño despliegue de actividades (y de gasto)---quizá ese el secreto propósito de la RAE: alimentar el mito de la lengua "correcta" para que la gente deje que se estudie el lenguaje con la plata de sus impuestos. Aunque no es mi propósito sugerir en serio una gran conspiración universal en favor de las investigaciones lingüísticas, sí quiero subrayar lo poderoso que puede ser el impulso normativo, cuánto nos autoriza a hacer, a quiénes nos permite convocar, cómo nos involucra a nosotros, los que estudiamos las lenguas. El Presidente de Colombia, en el fondo, termina por justificarnos.

Las preguntas adecuadas, entonces, frente a opiniones como las de Uribe, quizá sean las siguientes: ¿qué tendría que decir un presidente en su lugar?---o lo que en este caso es lo mismo: ¿cómo sería el mundo sin el mito del la lengua "correcta"?

No creo que hayan aquí tampoco respuestas perfectas.

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Comments:
Hay detrás de la defensa del "mito de la lengua correcta" un interés económico. Lo que se está defendiendo es la pertenencia a un bloque cultural que facilita las relaciones comerciales. Es el imperio hispano frente a los otros (anglosajón, chino, portugués...). Se trata de la lengua histórica como activo económico.
 
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